El papá no podía borrarse la sonrisa de la cara cuando supo que Daniel venía en camino. Su primer hijo sería un hombre y eso facilitaba las cosas, ¿no? Ya había elegido la pintura verde para la futura pieza del bebé, y en los próximos días tenía en mente comprar toda clase de artículos que pudiera llegar a utilizar una criatura recién nacida –desde una mamadera a una mantita–, con la correspondiente insignia del club de sus amores: Santiago Wanderers de Valparaíso. Asimismo, en las próximas noches no dejaría de verse en sus sueños junto al Daniel, ambos de verde, jugando a la pelota en la plaza Rubén Darío. La tradición familiar debía continuar. Lo que el papá no sabía era que, a veces, la vida es más compleja de lo que parece.

Daniel nació, pasaron los meses, luego los años, y poco a poco comenzó a tomar sus propias decisiones. Y decidió que, si bien le gustaba mucho el verde, también disfrutaba del rosado, el amarillo, el celeste, el morado. Se dio cuenta que, además de entusiasmarse con chutear la pelota con mamá y papá en la Rubén Darío, también le gustaba jugar a vestir a las muñecas y muñecos con sus primas. Y así como dibujaba insignias de Wanderers en toda hoja que llegara a sus deditos, cada vez que veía una flor distinta, la dibujaba. Y así fue como a los 3 años, Daniel les mostró a sus papás un vestido verde en la tienda que visitaban, ya no se sentía a gusto con su ropa. Sí, la vida es más compleja de lo que parece.

Los papás sabían que, antes que, a un varón, estaban educando a una persona. En su casa no había roles determinados, sino solo valores a poner en práctica –uno de ellos: ser wanderino–. Fueron unos padres guías y acompañantes, nunca represores ni distantes. Jamás temieron respecto a las decisiones de Daniel, pero sí de la violencia de nuestra sociedad –si no pregúntenle del tema al Presidente electo–. Sin embargo, el amor y el apoyo de la familia pudieron más, y Daniel logró integrarse normalmente en todos los espacios de su vida cotidiana.

Linda historia, ustedes dirán. Pero se preguntarán qué tiene que ver esto con Wanderers y con la final del mundo del jueves. Bueno, el papá también estaba lleno de dudas. Porque si bien era costumbre ir los tres, en familia, a Playa Ancha a alentar a Wanderers, los fines de semana, se preguntaba ¿qué pasaría con la tradición familiar?

Hoy, Daniel tiene 6 años y sus papás no pueden ocultar su ansiedad por el gran anuncio: escribirá su primera carta al viejito pascuero. Ayer por la mañana, su papá encontró debajo del pequeño árbol de navidad una hoja doblada. En la portada habían dibujado un gordo pascuero todo de verde. La abrió y vio un par de líneas escritas, todo en mayúscula. Leyó y se le inundaron los ojos.

“QUERIDO VIEJITO, SOLO TE PIDO QUE MI WANDERITO, EL WANDERITO DE MI PAPI Y MI MAMI, SE QUEDE EN PRIMERA.

BESOS Y ABRAZOS DE DANIELA, UNA NIÑA WANDERINA”.

Y el papá no pudo borrarse la sonrisa de la cara.