El verdadero superclásico del futbol chileno, así es como defino el encuentro entre Wanderers y Everton. Lejos del boom mediático que genera el encuentro entre Colo-Colo y Universidad de Chile, el viejo clásico tiene sus armas para contrarrestar todo lo que este último genera. El clásico porteño saca a jugar el orgullo de dos ciudades que siempre han estado enfrentadas, no solamente en el ámbito deportivo sino en la política, cultural e incluso habitacional. ¿Qué tiene el clásico porteño que no tenga el “superclásico”?, ¿Dónde nace la histórica rivalidad entre Colo-Colo y la U que hoy en día en términos generales el considerado el clásico de clásicos?
La verdad es que podemos seguir toda una tarde encontrando interrogantes, pero lo cierto, es que el único choque el cual lo puedo definir como banal entre U de Chile y Colo-Colo, es la cantidad de títulos. Es un error decir que es entre los dos equipos más populares del país. Vayan a Viña, Valpo, Calama, Temuco, Puerto Montt, Iquique; ciudades que tienen fuertemente arraigado al equipo de su ciudad y vean si la U o Colo-Colo son mayoría. El clásico se define así porque es solo de Santiago y Santiago no es Chile.
No hay clásico más viejo que el clásico porteño. 100 años de enfrentamientos que nacieron en 1916 en el Valparaíso Sporting con triunfo para los caturros. Se dice que el clásico más antiguo del país es el Universitario, hay resquicios que comprueban que este clásico nació en 1909, pero que en esa ocasión los equipos representaban a la institución educacional y no a un club profesional (Universidad Católica fundada en 1937 y la Universidad de Chile en 1927).
Everton y Wanderers sacan a relucir el orgullo de cada ciudad. Viña y Valparaíso enfrentados en sus escudos, donde ganar genera un acto de paternidad momentánea hasta el próximo clásico. Enfrentamientos entre dos ciudades que no lo tiene U de Chile vs Colo-Colo. ¿Por quienes compiten estos dos clubes? , ¿Por barrios en Santiago o por comunas? Por nada, Colo-Colo no tiene un barrio propio como si lo tiene Boca Juniors en Buenos Aires y su mítico barrio la boca, que incluso es el lugar de nacimiento de su eterno rival, River Plate. Tampoco enfrentan dos sectores de la ciudad como si lo hacen en el superclásico turco entre el Fenerbahce y el Galatasaray, donde una ciudad como Estambul, que está divida entre Europa y Asia enfrenta el orgullo de ambos continentes en ese país. Tampoco tiene un contexto histórico potente como si lo tiene el superclásico del futbol español. FC Barcelona, en tiempos donde Franco gobernaba en España, el cual tenía arraigado fuertemente a Madrid como centro del poder y el orgullo nacional, florecía este cuadro catalán que según muchos historiadores y poetas catalanes, el equipo era “el ejército catalán sin armas que contrarrestaba el poderío madrileño y franquista”. Finalmente en contrario al clásico porteño, el “superclásico” defiende netamente su ego.
Wanderers y Everton tienen todos los ingredientes para ser el superclásico del futbol chileno. Un partido que no necesita toda la atención de la prensa para movilizar gente, para generar tensión y nerviosismo. Este clásico también tiene inicios de rivalidad histórica. Everton nace en Valparaíso, pero antes de ingresar al profesionalismo en 1944, Everton se muda a Viña del Mar generando fuertes problemas con la Asociación de futbol Porteño, donde Wanderers era su máximo equipo. Lo tiene todo, excepto la cantidad de copas, pero eso no es impedimento para que estos dos clubes sean considerados grandes dentro de balompié nacional.
Everton y Wanderers se necesitan unos al otro, nadie lo puede negar. Los objetivos de un torneo para ambos equipos son ganar la corona o no descender y ganar el superclásico, el clásico de clásicos o conocido popularmente como “clásico porteño”.
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