Luego de asumir la dirección técnica de Wanderers después de la mala campaña de Wanderers el 2005, me dedico totalmente al equipo de Valparaíso. Los problemas eran bastantes: desde las instalaciones, pasando por la indumentaria, hasta el cumplimiento del reglamento. Necesitábamos 7 profesionales para jugar el Torneo Nacional y no contábamos con esa cantidad, por eso muchas veces Don Reinaldo me citaba a hablar sobre estos temas cuando tenía tiempo.

Al inicio del 2006 teníamos un plantel que costaba alrededor de 15 millones de pesos y con eso estábamos sobrados para pagar el hospedaje y los traslados. Recuerdo varias veces pelearme con varios porque pese a que no teníamos medios, tampoco nos respetaban. Si yo decía que el bus tenía que estar a las 9, tenía que estar a las 9 y no a las 10; si el almuerzo tenía que ser determinados alimentos, tenían que ser aquellos. Si esto no pasaba, yo me enojaba porque quedaba de weon ante los jugadores y por eso siempre tuve peleas con varios prestadores de servicios cercanos a la Institución en esos momentos.

Los únicos profesionales ese año eran Prieto, Roco, Oyarzún, el Guatón Pérez, el Chino Soto, Firulais y Guashupé. Con ellos tenía que hacer magia, además de los jóvenes Carlos Muñoz, Juan Silva, Méndez, Grondona, Prieto, Eric Godoy, los Catalán entre otros que con los años algunos se perderían en el mundo del fútbol mientras otros destacarían en el balompié nacional.

Recuerdo que un día con mí hijo, que estaba en el plantel, nos invitaron a un asado donde Joel Soto, en el Cerro Toro, el asado se hizo en la calle al frente de una cancha de tierra que tenían por allá. Ahí me di cuenta porqué el porteño en general le gusta jugar a la ras de suelo y no disparar de lejos. La cancha de tierra, estaba compuesta solo por los arcos y las líneas de tiza y después de terminada la cancha estaba la quebrada; obviamente el que la mandaba a la quebrada tenía que ir a buscarla, así que siempre se trataban de asegurar los goles en vez de rifar el balón. Recuerdo que esa pichanga era de meta y ponga, donde el talento de los jóvenes porteños se expresaba entremedio de la tierra y los parajes únicos que nos entrega Valparaíso.

Mientras disfrutábamos del asado, pasa un niño de alrededor 13 años corriendo y se tropieza con la parrilla, casi botando el asado, Joel toma al niño y le dice: ¿Qué te pasa, weon?. A lo cual responde:

– Es que acabé de carterear a un weon en el Plan
– Ah ya.

Joel lo dejó que siguiera en su camino, porque él entendía que era parte de la picardía del porteño y de la vida del puerto.

Por Hernán “Clavito” Godoy
Director Técnico – Ex Jugador