Corría la cuarta fecha del torneo y el equipo recientemente adiestrado por Arturo Salah le devolvía la ilusión a Valparaíso, transformándose sorpresivamente en el puntero del fútbol chileno, con 9 puntos, teniendo como única derrota un estrecho partido de visita ante Huachipato en la primera fecha.

Instantáneamente la ilusión de hinchas y jugadores se trasladó desde el objetivo inicial planteado por el nuevo cuerpo técnico y dirigentes, de clasificar a playoffs, a salir campeones o por último tomar alguno de los dos cupos que este torneo otorgaba para jugar Copa Sudamericana.

Pese a que la punta del torneo sólo duró una fecha, el buen juego del equipo mantenía a los hinchas ilusionados con algún logro mayor en un año que está marcado por el aniversario número 120 del club.

Dos sendas goleadas por 5-2, ante Universidad de Concepción, como visita y Cobresal, como local, no hacían más que seguir alimentando la esperanza de quienes creían que finalmente este sí sería el año del despegue del Decano.

La fecha siguiente (11) sería clave para los verdes, ya que se enfrentaron a una U que, si bien venía en un gran momento, no jugó con todos sus titulares ni a todo su potencial, pero que sin embargo ni siquiera se despeinó para vencer por 3-0 al equipo de Salah, que de ahí en más jamás volvería a ser lo que fue.

Contando aquel fatídico partido, Wanderers jugaría siete encuentros, de los cuales sólo sacaría un mísero punto. Resultados que a la postre no sólo lo dejarían sin ninguna opción de clasificar a Copa Sudamericana, sino que además lo apartarían de los Playoffs, pese a haber estado presente entre los 8 primeros desde la segunda a la decimoquinta fecha.

Los fríos números

Ya fuera de los playoffs mucho se ha hablado de la actual situación de Wanderers. Y a la hora de un análisis, el primero que es puesto bajo la lupa es el técnico Arturo Salah, quién calificó la situación del equipo como “una decepción”.

Pero pese a que el estratega haya querido tapar el sol con un dedo, es incomprensible no tachar como un fracaso absoluto su primera etapa en el club. Y tal calificativo no tiene un fin antojadizo o destructivo sobre la imagen del técnico o su estadía en el puerto, y más bien se circunscribe a los objetivos que él mismo trazó a comienzos de año en su llegada al club.

Pese a las ilusiones que generó en los hinchas un fixture que dejó para el final a los equipos más complicados, Salah y su plantel siempre hablaron de los playoffs como el objetivo a alcanzar en esta primera fase del “Proceso”.

A la luz de los resultados, el objetivo no se cumplió, y más encima dejó a los caturros en una muy incomoda posición; en un mediocre puesto 11 en la tabla, y con tan sólo 20 puntos. Números no muy diferentes a los de Juan Manuel Llop, el técnico que comandó el primer equipo durante el apertura del año pasado, quien obtuvo 19 puntos y dejó al cuadro verde en la posición decimocuarta, situación que sin duda determinó un fin de año muy estrecho para Wanderers, que debió definir su estadía en primera división mediante la temida liguilla.

Si bien las cifras son comparables y ambos técnicos terminan a dos puntos de la liguilla de promoción en el torneo de apertura, es innegable que no hay comparación entre el nivel de juego de los equipos de uno y otro técnico. Y esto queda más que demostrado en el hecho de que el equipo de Salah se mantuvo durante la mayoría del torneo (salvo tres fechas) dentro de los ocho mejores.

Las razones de la debacle

A la hora de las excusas sobre este bajón futbolístico hay varias razones esgrimidas desde los diferentes sectores de la institución. La primera y la más clara habla del alto número de bajas que tuvo Wanderers en la segunda mitad del torneo a causa de lesiones:  Agustín Parra, Eladio Herrera, Oscar Opazo, Franz Schultz, Andrés Robles,Moisés Villaroel, y hasta el mismo Sebastián Ubilla fueron algunos de los que sucumbieron ante esta razón.

Pero sin duda es la primera de estas bajas la que comenzó a desnudar la fragilidad de plantel de Wanderers. Esto porque gran parte del afiatamiento de la zaga se debía a la gran labor que venía cumpliendo la dupla de centrales entre Godoy-Parra, cuya seguridad en el fondo permitía los constantes desbordes de los laterales Sandoval y Opazo, quienes se habían convertido hasta ese momento en grandes agentes ofensivos del esquema de Salah.

Una situación que cambió absolutamente tras la lesión de Parra, y que hizo alternar junto a Godoy, a otros como Herrera (quién también se lesionó) y Sepulveda (quien si bien por entrega no se queda, es de características muy parecidas a las de Godoy: Poco dominio de balón, poco orden táctico, fácil desconcentración y falta de liderazgo).

Otra de las razones evocables a la hora de hablar de este fracaso tiene que ver con la dependencia en Sebastián Ubilla en la que cayó el equipo luego de que este entrara en racha y se convirtiera en goleador del torneo. Y menciono esto, porque si bien este canterano mostró sus credenciales desde un comienzo del torneo, no fue hasta avanzado éste que el once verde cayó en la tentación de girar su juego en torno a él , en vez de aprovechar a través de otros jugadores las marcas que arrastraba el Conejo en su calidad de pichichi.

Otro de los puntos analizables en este caída libre fue la ostensible baja en el nivel de juego de jugadores clave. No sólo Sebastián Ubilla, que se estancó en sus once goles, y suspendió su romance con las mallas rivales, sino también de otros como Nicolás Martínez y Sebastián Rusculleda, quienes pasaron de ser figuras en la tenencia y distribución del balón, a jugadores muy erráticos y en el mejor de los casos, intrascendentes.

Pero lesiones y bajas de rendimiento son variables que pueden existir en cualquier equipo del mundo, y la principal solución para aquello es contar con un plantel competitivo, un técnico que sepa improvisar ante la adversidad o ambas. Pero lamentablemente para todos los wanderinos, ninguna de las anteriores representan lo que ocurre en Wanderers. El equipo que llegó a estar puntero no tenía alternativas reales en ninguno de sus puestos. Fue así como los lesionados en defensa jamás tuvieron un remplazante a la altura del que salía de combate. Misma situación para el mediocampo, donde Nicolás Martínez jamás tuvo un verdadero reemplazo (Toloza ni Silva lo fueron), por lo que pese a que anduviera bajo, siempre era mejor tenerlo en cancha, que no tenerlo.

Lo mismo podemos repetirlo en delantera, donde nunca hubo una real competencia entre Lorca y Calandria, ambos con bajísima cantidad de anotaciones, aunque con una leve ventaja para el argentino, quien al menos mostraba un sacrificio que el ex colocolino nunca mostró.

Todo esto habla de una irresponsabilidad a la hora de conformar un plantel, que una vez más (igual que en 2011) no ofrece variantes ante un panorama adverso. Algo que es principalmente enrostrable a dirigentes y cuerpo técnico que, sin ir más lejos,  fueron capaces de decir que Jorge Ormeño, quien se ofreció a través de su representante, para fichar por el club y terminar acá su carrera, era menos que Roberto Órdenes.

De todos modos hay muchos técnicos que sin contar con un gran plantel de todas formas se las arreglan para pelear arriba, aunque esto tiene que ver con su capacidad de improvisar ante situaciones adversas y de motivación, ante ninguna de las cuales estuvo a la altura nuestro DT durante este semestre.

Lo que viene

Para el clausura 2012 la tarea no será fácil, porque más allá de volver a poner la meta de alcanzar fase de playoffs ya entramos con la mochila de zafar de la promoción, algo que sin duda presiona aún más el ambiente al interior del equipo.

Situación que se ve aumentada por la casi inminente partida de Sebastián Ubilla a Universidad de Chile. Y es que al parecer los dirigentes jamás aprenderán de sus errores y seguirán borrando con el codo la promesa que escribieron con su mano de no vender jugadores dentro del medio nacional cuando tomaron control de este club el año 2008. Muy por el contrario, al parecer sus intenciones son de transformarse en un nuevo Cobreloa, que de un tiempo a esta parte no es más que la cantera nortina de la que se nutren clubes como la U o Colo-Colo.

Ni siquiera es necesario  remitirnos a aquella antigua promesa para hablar de errores no aprendidos, ya que basta con recordar lo ocurrido el año pasado, cuando Wanderers ante casi la misma situación de ahora vendió a su máxima figura de ese momento, que era Carlos Muñoz, a quien durante el segundo semestre se le extraño tanto, que su ausencia fue uno de los causales para que el Decano terminara jugando la liguilla de promoción.

De todas formas, y pese a que las frías cifras no muestren mayor diferencia con lo ocurrido el año anterior, quienes hemos visto a Wanderers sabemos que el contraste a nivel de juego es indesmentible con el del año pasado, por lo que la continuidad de Arturo Salah, al menos por ahora, no debiera ser puesta en tela de juicio.

En lo que sí se debe ejercer presión es en la llegada de nuevos jugadores al club, que de una vez por todas conformen un plantel competitivo. Se habla al menos de cuatro refuerzos, cifra que me parece mezquina ante el inminente alejamiento de Sebastián Rusculleda, Nicolás Martínez, Sebastián Ubilla y Roberto Órdenes, lo que implicaría que sólo se cubrirían estas partidas y no la otra extensa serie de ripios que tiene este equipo en varias de sus líneas.

Pero independiente del número, el precio, o la posición de los refuerzos que vengan, hay una cosa muy clara y que grafica muy bien lo que la mayoría quiere para Wanderers: Es de esperar que quienes vengan sean del perfil de jugador de Sebastián Mendez, quien además de mostrar un buen nivel futbolístico resalta por su entrega; y muy distinto a otros como Juan Gonzalo Lorca, que en cada pelota que toca deja en evidencia que sólo viene de paso por esta gran institución.

Raúl Pérez Salas – Periodista @raulperezsalas
Representante S. Wanderers en Show de Goles
Foto: upi / emol