En un año cargado de malos resultados para el decano, sin duda esta semana debe ser una de las más positivas del año. No sólo ganamos, sino también Gigena rompió su mala racha, nos alejamos de la zona de promoción, y como guinda de la torta, los vecinos del estero quedaron penúltimos, se les arrancó su técnico y perdieron a su mayor figura en la antesala del clásico.

Esto podría verse como el panorama ideal a una semana del Derby de la Quinta Región, pero también podría ser la trampa perfecta para caer en el exitismo y la soberbia, dos ingredientes que al menos para nuestra identidad como wanderinos no nos vienen bien.

Hace una semana todos “querían” que Wanderers ganara el clásico, y ahora la gran mayoría ve casi como un deber el triunfo y hasta se atreven a vaticinar una goleada, considerando los antecedentes ocurridos esta semana.

¿Pero cambiaron tanto las cosas como para bajar la guardia y empezar a celebrar de forma anticipada? Sinceramente no. Seguimos siendo un equipo que no ha encontrado su identidad futbolística,  que esta en la parte baja de la tabla, y que tiene muy poca capacidad de gol.

Y no se trata de achatar un espíritu ganador, sino de poner los pies sobre la tierra y volver a enfocarnos en nuestra lucha, que más que mandar a Everton a la B, es mantenernos nosotros, y de paso vivir la segunda alegría del año, en un año en que estas emociones han sido escasas.

Algunos se regocijan por el actual momento de las ratas, pero aplicando una segunda lectura podemos darnos cuenta de que también nos puede complicar. Aún cuando las campañas de ambos equipos no son tan diferentes en cuanto a números, es obvio que entre los de Viña se respira un ambiente de crisis nerviosa por el miedo a volver a primera B.

Todo esto, en la previa del clásico, le pone a Wanderers una presión extra, debido a la condición de favorito que le cae encima debido al mal momento de Everton. Pero todos los estamentos del club, desde el principal directivo hasta el último hincha, pasando por jugadores y cuerpo técnico, no deben caer en este empalagoso apelativo, y seguir viviendo el clásico como hasta la semana pasada.

Es que la historia reciente nos ha demostrado que a la hora de los clásicos no valen los favoritismos, ni las diferencias de planteles, de puntos o de categoría; y sí la humildad y la mística con la que los mismos hinchas podamos contagiar a los jugadores.

Es cosa de hacer memoria y es posible notar que en casi todos los últimos clásicos, los “favoritos” han sido ellos, y los triunfos han sido nuestros. Es así como han surgido victorias épicas como el 2-1 del 2007  en Playa Ancha o los triunfos verdes en Copa Chile mientras estábamos en la B y ellos ya se creían el cuarto grande.

Aunque aún por estadísticas estemos abajo en cantidad de triunfos, esta distancia se ha ido acortando en los últimos años, porque aprendimos la receta y no debemos olvidarla. Y es que es tan simple como plasmar en cancha la identidad de los viñamarinos y porteños. Ellos con su soberbia y frialdad, y nosotros con humildad y con pasión.

Raúl Perez Salas
Periodista
Panelista Show de Goles
http://twitter.com/raulperezsalas