En 1978, Camilo Sesto publicó el álbum “Sentimientos” y el primer éxito fue “Vivir así es morir de amor”. Una canción que marcó época y que hoy nos identifica a muchos, en distintos aspectos de la vida, porque el amor siempre es difícil.
Diciembre del 2017 y enfrentamos a Unión La Calera en Playa Ancha. Noviembre del 2018 y disputamos un partido trascendental con Cobresal en el Salvador. Septiembre del 2019 y el rival fue Santiago Morning en Santiago. Cambian los planteles, cambian los técnicos y el susto se mantiene.
No hay jerarquía. Hace rato que no imponemos respeto y menos cuando el balón está en nuestros pies.
En tres años consecutivos, Santiago Wanderers comete los mismos errores, en instancias parecidas, donde se juegan cosas importantes, donde se deciden aspectos relevantes en búsqueda de mantener o lograr el ansiado puesto en Primera División. Por otra parte, el ciclo de la mediocridad se mantiene, ese ciclo que culmina con equipos desgastados, jugadores sin ideas y resultados negativos. Lamentablemente, Miguel Ramírez está entrando en la última etapa del ciclo deportivo de Wanderers, ese que comienza con buenos resultados y juego claro, con jugadores despiertos y ávidos de victorias. Un ciclo que acaba con displicencia, con un equipo obtuso, lento, predecible y con susto, con un miedo reconocible desde cualquier espacio del estadio. El equipo tiene temor y cuando estamos frente al miedo, viene el desastre.
Actualmente, el gran responsable es Miguel Ramírez, no cabe duda. Sin embargo, durante mucho tiempo se ha visto un equipo sin jerarquía y jugadores nerviosos al momento de entrar a la cancha, con nula capacidad resolutiva en el juego. Hace años que a los equipos de Wanderers nadie los respeta, porque se transformó en un equipo ganable, sin categoría para afrontar partidos intrincados. Podremos tener referentes, pero hacia dentro de la institución. Jugadores que son respetados por sus pares o que ganan seguidores entre la hinchada, pero que en la cancha muestran una fragilidad propia de futbolistas de baja calidad y poco talento, en aspectos físicos y psicológicos.
Depender de sí mismo, significa presión y responsabilidad. Todavía queda tela por cortar y se avecinan encuentros muy importantes, contra La Serena y Cobreloa en Playa Ancha. Sabemos bien que el equipo va en franca decadencia y si nos remontamos a la historia reciente, no hay ilusión que pueda con el fracaso que se acerca.
“Ya no puedo más, ya no puedo más. Siempre se repite esta misma historia”, cantó por años Camilo Sesto.
¡Ay, Wanderers! por un gol tengo el alma herida.
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