Cuando la relación contractual entre dos partes ha dejado de ser exitosa o presenta un sinnúmero de problemas, en el mundo del fútbol se suele hablar de “diferencias irreconciliables” para explicar el abrupto fin del vínculo por una de las partes.

Por lo general, se suele ocupar este término para referirse a lo ingrato que resulta poder trabajar con una persona, ya sea, por una mala relación humana, por incumplimientos de los objetivos laborales o sencillamente porque la parte contratante se siente amenazada respecto de lo que puede suceder en su futuro.

Es lo que uno esperaría que hubiese ocurrido entre Santiago Wanderers e Ivo Basay, pero como es sabido, ninguna de la partes parece animada a concretar este acto. Por un lado, el Club está atado de manos, ya que no posee el dinero necesario para sumar otro finiquito a la larga lista de DT´s exonerados desde el 2008. Por otro, lo del técnico carece de toda ética profesional y vergüenza deportiva. No le bastó con permitir que su equipo perdiera la posibilidad de sumar uno, o incluso, los tres puntos ante O`Higgins (que tendrían al Decano, aún peleando un cupo en la liguilla en la última fecha) a causa de un infantil error, que otros como Salah y Del Solar, pagaron con sus puestos, renunciando al cargo. Tampoco fue suficiente haber sido humillado tres veces por el máximo rival en menos de dos meses; ni la deficiente campaña, ni el escasísimo tiraje a la chimenea durante su gestión, ni el no haber cumplido con ninguno de los objetivos propuestos para este semestre (eliminado tristemente en Copa Chile y 13º en el Apertura). Nada de eso, hizo que el señor Basay sintiera que definitivamente no había dado con el ancho para ponerse el buzo que insignes como José “Gallego” Pérez, entre otros, supieron vestir “con honor, con valor”. Una vergüenza por donde se lo mire.

Pero quiero volver a las diferencias irreconciliables. Yo, como hincha de Santiago Wanderers, sí quiere ocupar este artilugio para declarar mis deseos de que en la directiva del Club se produzcan cambios importantes. No creo que se deba ir la sociedad anónima, pero sí debe partir por sincerar sus reales objetivos.

En 2008, el presidente de la institución, Jorge Lafrentz, decía sin tapujos que Wanderers volvería a ser protagonista constante en Primera División y que debería estar siempre entre los cinco primeros. Para qué voy a explicar con detalles que esto no se ha cumplido, pero evidentemente que los números demuestran un fracaso absoluto en la gestión y que todo parece indicar que lo que se pretende realmente es ser un club exportador de jóvenes talentos.

En materia de contrataciones, sin duda, han sido más los errores que los aciertos. La identificación con Valparaíso, no está para nada entre los pilares del desarrollo deportivo que promueve este grupo de dirigentes. En definitiva, en su gran mayoría, solo promesas incumplidas.

Como wanderino desde hace más de treinta años, aduzco a las “diferencias irreconciliables” para pedir un cambio inmediato en todo lo que tiene que ver con Santiago Wanderers. Hay que partir desde ahora, no hay más tiempo para decepciones, pues el porteño ya no quiere más.

Partan por reencantar a la fanaticada, respeten a los hombres de casa, luchen por que el Verde vuelva a ser el GRAN equipo de Valparaíso.

Por mi parte, el dolor es grande. Tengo un hijo de cinco meses y hoy, mi único argumento para enamorarlo del Decano es solo su historia. No vivimos en Valparaíso, estamos lejos del fervor popular caturro. Señores dirigentes, no dejen que más hijos de wanderinos de toda la vida se alejan de nuestra tradición familiar. Hagan algo, ahora. No quiero que Lucas me hable de “diferencias irreconciliables” con el Club de su padre para terminar poniéndose una camiseta de otro color. No me lo perdonaría.

por Patricio Erlandsen
Periodista

foto: agencia uno