Pese a que de pequeño era hincha de Colo Colo, reconoce que “a los pocos partidos en la segunda infantil ya era caturro. Todo hace querible a Wanderers: su entorno, su historia, compartir con antiguos jugadores que nos contaban sus experiencias, como Juan Álvarez y sus campeonatos, el “Yemo” Díaz y la selección nacional. De chico compartimos con los jugadores del primer equipo: Juan Carlos Letelier, “Chicho” García, Luis Olivares (el de los goles del ascenso el 78 en Arica). Siempre había una estrecha relación con ellos, por eso uno se empapaba de toda esa mística. Yo era del Belloto, pero la mayoría era de Valpo, el “flaco” Gutiérrez, Luffi, Leo Ramírez, siempre cantando “la Joya del Pacífico.”

Inicios en el fútbol y su arribo al puerto

«Mis primeros recuerdos de lo que sería la pasión de mi vida son peloteando contra la pared de la vieja casa del molino Colliguay, por el año 69. Esto, porque no habían más niños de mi edad en esta localidad rural al interior de Quilpué. Con el paso del tiempo la única posibilidad de participar en un «picado» de fútbol era participar de las pichangas de los adultos. Eramos dos niños que los adultos nos consideraban con grandes condiciones. Eso fue alimentando la ilusión de llegar a ser algún día un jugador profesional. Luego vendría el cambio a la ciudad, ahí pude por primera vez jugar en campeonatos infantiles, eso sí, como un rápido puntero izquierdo.

El año 79, a la edad de 13 años fui a probarme a las inferiores de Wanderers, club del cual debo reconocer no era hincha. En ese tiempo mi equipo era Colo Colo. Había vivido hasta los 9 años en Colliguay, por lo tanto, con la poca comunicación que existía, sólo habían 2 equipos: Colo Colo y la U.  Después de ser seleccionado por Luis Parraguez y el gran “Yemo” Díaz, comencé a participar de las competencias cadetes y empezó a nacer el sentimiento wanderino y el cariño por Valpo. Cómo olvidar los primeros entrenamientos en San Roque, el frío de invierno y lo pintoresco de “Pancho”. Hice todas las inferiores desde segunda infantil hasta juvenil, donde siempre estaba la posibilidad de debutar por los problemas de sueldos impagos y paros del plantel, pero por mi baja estatura siempre quedaba relegado. Hasta que llega el verano del 85, cuando en esos años por problemas económicos del club, había necesidad de tener jugadores de casa, que a la postre fueron los que impidieron la desaparición del Decano del fútbol profesional. Jugábamos casi por amor a la camiseta. Con el sueldo no me alcanzaba ni para la micro pagando pasaje escolar, porque paralelamente al fútbol estudiaba Educación Física en la Universidad de Playa Ancha, pudiendo recibirme finalmente de profesor. Lo bueno de la familia wanderina era que siempre los jugadores más antiguos, el “choro” Alvear, Carlos Rojas, Juan Domingo Rojas, nos pasaban sus zapatos para que se los ablandáramos. Eso era todo un premio para nosotros, usar sus zapatos nuevos, no importaba que quedásemos con los pies llenos de ampollas, lo importante era, además, quedar bien con nuestros ídolos. Luego ellos nos regalaban los zapatos que daban de baja,  pero todavía eran usables para nosotros. Lindos recuerdos, los primeros años difíciles futbolísticamente.»

Ascenso con Wanderers

Santiago Wanderers 1989

Uno de los mejores momentos que Olivares vivió en el Decano, sin lugar a dudas es el ascenso de 1989: “el plantel era casi un 80 % de casa, tenía un gran líder también: el ‘Jano’ Zapata, muy motivador. Willy Velasco, el ‘lobo’, Miranda, Leo, el ‘Huevo’, Arancibia, ‘Chepo’, Zavala, Oscar Álvarez , Calderón, una gran cantidad de jugadores de la zona: Velasco , José Pérez, ‘Pinina’ Zavala, ‘Nano’ Latín, y aportes fundamentales, como Amatti, “Huevo” Vásquez y “Pato” Miranda. Sabíamos que la única forma de pasar a la historia era subiendo a Primera y lo conseguimos. Donde íbamos, en cualquier lugar, siempre había una barra wanderina. Fue un año inolvidable, gran campeonato. Nos robaron el partido contra Palestino, que tenia que subir por la zona norte. Fuimos a la liguilla de promoción en el Sausalito, repleto, jamás hasta el día de hoy lo he visto así. Partido con San Felipe, perdíamos hasta el minuto 80 y tanto, desborde de Latín y golazo de Amatti. Empate, vamos a la definición, terminamos igualados y en el alargue los matamos. La mayor alegría jamás sentida.»

Luego de jugar dos años en Primera, de los cuales puedo decir con mucho orgullo fui capitán el 90, vendría el desastre del 91, donde partí de Santiago Wanderers con un dolor tremendo por dejar mi casa después de 14 años, casa que sentía mía, pero así son las reglas.

Anécdotas en el club

“Luego del ascenso del 89, fuimos a la celebración en la plaza de Valparaíso y todos saludando a los hinchas. Estábamos sobre una tarima disfrutando con miles de wanderinos, yo sentado en una orilla me había bajado por el cansancio y sólo contemplaba. En eso se acerca un carabinero, yo con mis 60 kilos (3 menos ese día por el partido) y me dice ‘ya cabrito, bájate, acá están los puros jugadores’. Casi me tira para abajo, hasta que le dijeron que yo era jugador, me pide disculpas y me da un abrazo y las gracias por el ascenso.”

En relación a don Luis Santibáñez recuerda que en un comienzo no lo quería, hasta que un día «íbamos viajando a jugar con Huachipato, pasamos a entrenar al Teniente y Willy Velasco me pasa a llevar la oreja con el codo. Trece puntos me costó. Don Luis quería que me devolviera, ‘no profe, que me revise un otorrino, si no tengo daño interno juego igual’ le dije. Pasamos a Chillán, me revisan y no hay nada. Juego con lluvia, empate a cero, me gané al gordo.” Recuerdo con mucho cariño cuando llegó al club y yo como capitán le doy la bienvenida y pongo a su disposición el cargo de capitán (la jineta daba cierto status y presión al técnico), a lo que don Luis responde ‘Dino, sólo dos jugadores en mi trayectoria han tenido esa deferencia, tú y Manuel Pellegrini en la U. Eres un caballero, si eres titular conmigo seguirás siendo capitán’. Cosa que finalmente se dio, porque fui titular ese año salvando la categoría.»

«El año 90, ya en Primera, íbamos a jugar a Calera, pasamos a almorzar al “Edén”, después con Latín, ‘flaco’ Pérez y el ‘Chepo’ nos pusimos a jugar tenis. ‘Parrita’ (así le decían al profe Carrasco) sólo nos miraba, no se atrevió a retarnos. Como después ganamos el partido, quería que siempre jugáramos tenis antes.»

En su experiencia como capitán recuerda con especial cariño su primer partido, «estaba súper nervioso, con una jineta hecha por mi madre, voy llegando a la mitad de cancha cuando me doy cuenta que iba con zapatillas de calentamiento. Rajado de vuelta al camarín, que en ese tiempo quedada lejos. Jugábamos con la U, en ese partido estaba de vuelta el “Pato” Yáñez y a mediados del segundo tiempo entra a jugar, yo lo tenía que marcar. Empatamos a uno creo, buen debut como capitán.»

Como despedida y entregando un mensaje al hincha, Dino Olivares finaliza diciendo que “hay que interiorizarse en la historia de Wanderers, de sus raíces, su gente es sacrificada y el club está permanentemente sacando grandes jugadores, lo cual hace mayor la identificación  con el hombre de puerto, porque hay uno de los suyos ahí en los pastos del Playa Ancha y ve reflejado en él su sueño: el de todo niño porteño de defender esa mágica camiseta.  El hincha perdona una mala tarde, pero no perdona la no entrega, la vergüenza deportiva. Eso es lo que hace mágico el s-a-n. Miro hacia atrás, grandes y lindos recuerdos, amigos y compañeros. Ahora feliz acá en Arica, pero siempre añorando los amigos y mi querido Wanderito. Espero volver algun día por allá.»