Era un partido especial, una semana especial. El Decano volvía a Playa Ancha luego de la tragedia que afectó a Valparaíso y tenía la obligación de darle una alegría a su gente, a la hinchada que se hizo presente en gran número en el estadio, a Los Panzers quienes armaron una fiesta en la galería sin importar el programa fascista llamado Estadio Seguro, y a todos aquellos afectados por el incendio que no pudieron asistir y requerían una alegría por parte de su club.

El partido comenzó con un emotivo minuto de silencio por las víctimas del incendio y por el fallecimiento de Carlos Superocho Alarcón, reconocido hincha wanderino. Un silencio que pocas veces se logra escuchar en canchas chilenas.

Luego vino eso a lo que hemos estado acostumbrados todo el año, no vale la pena analizar el partido desde el lado futbolístico porque sería reiterativo, sin embargo vale la pena mencionar a Matías Mier. No podemos negar que el jugador uruguayo tiene buena técnica, ya lo ha demostrado durante su carrera, pero su estado físico actual es deplorable, el llamado a ser un agente ofensivo y aportar con velocidad camina en la cancha y francamente da pena. Resulta impresentable que juegue como titular y deje en la banca a Roberto Saldías quien ha respondido cada vez que le ha tocado jugar, nuevamente Héctor Robles se equivoca y demuestra que aun no tiene las capacidades y experiencia para dirigir un primer equipo.

Avanzado el segundo tiempo el ambiente era tenso, pese a que el empate aseguraba la permanencia la gente quería celebrar un triunfo, quería gritar goles y desahogarse luego de una semana nefasta.

Todo el sufrimiento valdría la pena, porque Santiago Wanderers nos tendría reservado un cierre lleno de simbolismo, esos momentos que nos hacen recordar que somos hinchas de un club que puede jactarse de tener algo que muy pocos tienen en el mundo, mística. Momentos tan perfectos que es como si estuviesen escritos de antes, preparados para darnos esas alegrías que solo el Decano da.

Minuto 82 y llovían centros sin destino, el equipo iba solo con garra y empuje pero no lograba inquietar al arquero rival, entre tanto desorden llega un centro al área que es despejado a medias, el rebote el cae a Sebastián Méndez proyectado en ofensiva, quien la baja y remata fuerte para vencer al arquero, el estadio explotaba como si hubiese si el gol del campeonato.

Luego de marcar el 5 caturro corre a celebrar su gol con Moisés Villarroel quien se despedía de Playa Ancha por partidos oficiales. Minutos antes Méndez había recibido la cinta de capitán de parte de Jorge Ormeño al salir de la cancha, mostrándose como el capitán del futuro, el próximo referente cuando se retiren nuestro ídolos.

El futuro capitán marca el gol del triunfo, de la permanencia, de la alegría después de la tragedia, lo hace en el arco norte con toda la hinchada detrás y lo celebra con el capitán, el símbolo, el ídolo máximo de la última década que se despedía de su casa. Se abrazan todos, incluso Jorge Ormeño corre de la banca a festejar con sus compañeros detrás del arco, como un hincha más enloquecido por el momento. El gol de Saldías sería para cerrar el partido y dar la tranquilidad de los tres puntos, además de un refuerzo para este jugador que comienza a hacer sus primeras armas en el profesionalismo.

Tal vez de haber jugado un partido mejor y haber vencido con claridad no se hubiese disfrutado tanto, no es que acá nos guste sufrir, sino que como se dio el triunfo y el primer gol responde a esta naturaleza mágica de nuestro club y nuestra ciudad, dándonos uno de esos momentos para recordar por siempre.

Un triunfo no logrará la reconstrucción ni mucho menos, sin embargo durante un par de horas, este puerto sufrido y golpeado por la tragedia tuvo su momento de festejo y carnaval. Finalmente Wanderers es Valparaíso y Valparaíso es Wanderers.

¡Adelante Wanderers!
¡Arriba Valparaíso!
Como se cantó en el estadio: Puerto querido, todos juntos, te vamos a levantar.