Día viernes en la noche y comienza a vibrar el celular como si estuviese electrocutándose. Los mensajes de whatsapp y twitter aparecieron en la pantalla de notificaciones. Preocupado coloco la clave para desbloquear el teléfono, necesito saber qué está pasando.

“Se va el Enzo”

“Por la cresta, hacen todo mal”

“El de los goles importantes”

“¿A quién van a traer ahora?”

Los mensajes eran varios, pero el más doloroso lo encontré en la cuenta oficial de Universitario de Perú: “#FICHAJE | El argentino Enzo Gutiérrez es nuevo jugador de Universitario. El delantero firmó contrato por una temporada.”

¿Qué pasaba con nuestro club? Nada. Pasadas las 20 horas y las cuentas de Wanderers se mantenían silentes. Tal vez preparaban un homenaje o un video especial para uno de los mejores y más relevantes jugadores que ha tenido el club en el siglo, campeón en dos ocasiones con un ascenso a cuestas. Goles para regodearse, con todas las partes del cuerpo, hasta las más incomprobables donde no llega ni el sol. Enzo Gutiérrez se iba de Wanderers.

A los minutos llega la notificación de una publicación del club, la despedida se tomaba la pantalla de cientos de hinchas del Decano, para leer “adiós Enzo, gracias por tantas alegrías y W’s en el rostro. Te deseamos lo mejor en tus nuevas aventuras, éxito.” La cuenta oficial del club se despedía del hombre de los goles importantes, con un mensaje insípido y sin intención, como si fuese un tipo cualquiera, uno del montón. Después se subirían dos videos con algunos de sus goles, cerrando el adiós.

Se comenzó a hablar de goles, de buen trato y cercanía con el hincha, de haberse entregado en cada partido de los 100, de un paso soñado por uno de los clubes más importantes del país. Los hinchas repitieron las gracias, sencillas y sinceras. De esta manera aparecieron las experiencias y la memoria, como si protegiéramos el pasado, un pasado que no solo se conserva en los libros. Volví a gritar gol sentado en el sillón en el último minuto frente al archirrival y las lágrimas bajo el cielo de Concepción se sentían de nuevo en las mejillas, húmedas de felicidad. Gol de Gutiérrez y Wanderers campeón.

El club volvió a pertenecer a sus hinchas, se sentía y se palpaba en palabras y despedidas, se podía ver en las sonrisas que salían a la luz en cada foto. El fútbol volvió a nuestras manos. Volvió a ser patrimonio de los pobres, de los subalternos que solemos vivir de goles y de caminatas al estadio. Nosotros, los que llevamos la camiseta del club como un manto sagrado, como segunda piel.

Quería escribir sobre el Enzo, pero creo que terminé haciéndolo sobre todos nosotros. El Príncipe ya es patrimonio de Santiago Wanderers.

Bienvenido a los cuentos que escucharán mis nietas y nietos.