La derrota sufrida en el último Clásico Porteño en Playa Ancha alarga una nefasta racha de malos resultados para el Decano en el clásico más antiguo de Chile. Desde el año 2011 a la fecha se han jugado 8 partidos oficiales, de los cuales Santiago Wanderers solo venció en una oportunidad, además de un empate y seis victorias ruleteras.

La derrota de ayer pasa en primer lugar por un tema futbolístico, y más allá de culpar a la pretemporada preocupa que la propuesta de juego abuse del pelotazo para dos cabeceadores en el área, volviéndonos un equipo lento y predecible, con un estilo básico y fácil de anular. Sumado a lo anterior, con la partida de Jorge Luna, no contamos con ningún jugador que tenga velocidad y sea capaz de cambiar el ritmo del partido, un elemento clave para todo equipo de Emiliano Astorga que espera y busca sorprender a su rival.

El plantel claramente se despotenció y eso repercute en el colectivo, ya que no tenemos a los jugadores aptos para desarrollar la idea de juego que nos trajo alegrías el 2014, llevándonos a la triste demostración de fútbol que hemos visto en los últimos partidos y que tienen al DT cada vez más nublado, equivocándose en cambios y planteamientos por no contar con aquellos jugadores que para el fueron fundamentales.

Nelson Saavedra no es Agustín Parra, Andrés Robles no es Ezequiel Luna, Bryan Cortés no es Marco Medel, Manuel Bravo no es Gonzalo Barriga, Paulo Rosales no es Jorge Luna y Álvaro Ramos no es Roberto Gutiérrez. En esta lista vemos que nuestros mejores jugadores del último año y que hoy no pueden estar en cancha, ya sea por lesiones prolongadas o porque se fueron del club, fueron reemplazados, con la excepción de Paulo Rosales, por jugadores que eran suplentes o no eran ni siquiera citados en sus respectivos clubes. Hoy nuestros titulares son reemplazados por jugadores que están muy por debajo de su nivel, siendo imposible que no exista una notable baja futbolística.

La llegada de nuevos refuerzos se ve más que complicada y solo podemos apostar a recuperar lesionados además de recuperar a nuestro goleador, Carlos Muñoz, quien sabemos lo que puede rendir pero su prolongada estancia en una liga de bajo nivel sumada a su reciente inactividad lo tienen muy lejos de su máximo rendimiento.

Pero aun así, tomando en cuenta todos nuestros problemas futbolísticos vemos que nuestro rival en el papel aparece como inferior. Por largos pasajes del partido parecía increíble perder contra un equipo que era incapaz de dar dos pases seguidos y parece estar condenado a continuar en Primera B. Sin embargo nos ganaron en nuestra casa, solo con nuestra gente y de forma clara ¿Por qué? Porque jugaron concentrados, conociendo sus limitaciones y esforzándose en cada pelota, se tomaron el partido en serio, como tenía que tomarse.

Lo que más pena da del clásico perdido es la forma en que se pierde, salvo Mauricio Prieto, Jorge Ormeño, Mauricio Viana, Franz Schultz y Luis García, Santiago Wanderers entró a la cancha con jugadores que no estuvieron a la altura de las circunstancias, mostraron la intensidad de un entrenamiento cuando se estaba jugando un clásico porteño, dejando la impresión de que no se lo tomaron en serio o nunca entendieron el partido que se estaba jugando. La culpa también es compartida con el cuerpo técnico, quienes tampoco entendieron el partido que se estaba jugando o no lograron transmitirle a sus jugadores el mensaje de la forma en que había que jugar el clásico.

Fuimos un equipo sin alma, sin amor propio, sin identidad, fuimos lo opuesto a nuestra historia, pero que por desgracia se ha vuelto reiterativo en los años de Sociedad Anónima, dándonos más derrotas que victorias en un partido que nos habíamos acostumbrado a ganar siempre, aun con planillas absolutamente inferiores, a la hora de los clásicos se marcaba una diferencia para recordarles a nuestros vecinos quienes somos.

En los últimos cuatro años la historia se dio vuelta, haciendo memoria de los enfrentamientos, en todos éramos superiores futbolísticamente en el papel (Igual que el pasado domingo), sin embargo en todos aquellos que terminaron con derrota para nosotros, nuestros jugadores y cuerpo técnico tuvieron la triste y lamentable actitud pasiva e indolente, la misma que nos hizo pasar una nueva vergüenza en el clásico recién pasado.

Aunque a los tecnócratas del fútbol no les parezca, todo plantel debe contar con sus referentes más allá de su momento futbolístico, porque estando dentro o fuera de la cancha son capaces de impregnar a los nuevos con la esencia del club al cual defienden, de hacerlos entender donde están jugando y que por más partido de pretemporada que parezca un clásico siempre se debe ganar. Cuando se vaya Jorge Ormeño no quedarán referentes y un club sin referentes en su plantel está condenado a perder su esencia y a repetir actuaciones como las de los últimos clásicos.

Basta, si no son capaces de entender que significa un clásico porteño para nosotros mejor réstense del equipo, llevamos 4 años nefastos siendo derrotados por equipos ruleteros de bajísimo nivel, equipos de Primera B o que descendieron a Primera B, pero que concentrados y aplicados le ganan a un grupo de jugadores que no logran entender de que se trata Santiago Wanderers, dejando a sus compañeros de casa mordiendo la rabia por las derrotas en partidos donde lo dejan todo, pero están rodeados por otros que caminan la cancha como si fuera un entrenamiento.

En los últimos 10 años podemos recordar a Joel Soto, Moisés Villarroel, Rodrigo Barra, José Contreras, Víctor Cancino, Miguel Catalán, Eric Godoy, Sebastián Méndez, Pablo López, José Luis Jiménez y un largo etcétera de jugadores que pueden no haber tenido gran técnica o presente futbolísticos en el Decano, pero que nunca fallaron en los clásicos y los ganaron prácticamente todos, porque siempre entendieron de que se trataban estos partidos, porque conocían la historia del club al cual defendían.

Si aquellos que dieron pena el pasado clásico no logran entender que un clásico porteño jamás será amistoso o de pretemporada más vale que se resten de estos partidos y le dejen el lugar a otro que si quiera dejar la vida en la cancha por derrotar al clásico rival.