Uno sabe muchas veces como serán tus días al despertar, se presienten esos días especiales donde el aire es distinto, esos días decisivos se empiezan a digerir el día antes cuando pese a lo cansado que te acuestas no puedes conciliar el sueño debido a que sabes lo que se vendrá.

El viejo el día antes había visto la luna a través del cielo despejado, me recomendó que llevara un gorro porque haría un calor de aquellos.

Tengo que ser sincero, no recuerdo como se dividía el campeonato del ascenso, porque todos los años inventaban alguna forma nueva de disputar; lo principal era que había que definir quién acompañaría a Universidad de Chile y Palestino a Primera, si ascendía Magallanes o Wanderers.

Ese día sábado me reuní con mi Padre (el tata), mi hermano Choche y mi hijo Orlando, nos subimos a la Suzuki para partir a Viña del Mar.

Nos fuimos temprano, como a las doce, para alcanzar un buen puesto. Entramos por los Castaños y ya había gente haciendo la larga caminata hacia Sausalito, tratamos de estacionar donde pudimos la camioneta. Luego de varios minutos de búsqueda, entre aquellas callejuelas colindantes pudimos finalmente estacionar.

Juntos subimos caminando por Padre Hurtado, recuerdo que el Choche fue el buscaba las entradas después de hacer la cola para comprar en la antigua sede en la calle Lira, todo esto mientras mirábamos los gorros y las banderas verdes. Luego de que cortaran las entradas, seguimos subiendo y quedamos ubicados en la Galería Cerro, de frente a todo el implacable sol.

Ese día el verano no tuvo piedad con nadie, mientras se llenaba y llenaba el recinto viñamarino se facilitaban mangueras para que la gente se refrescara. El Tata tenía razón, el Choche pagó las consecuencias.

Wanderers había jugado contra Magallanes, el cual fue doblegado por la escuadra caturra; posteriormente hizo lo mismo San Felipe, en el primer encuentro entre los huasos terminamos empatando. Tenía que haber un partido definitorio entre el seleccionado por las bases de Primera para disputar la liguilla contra ese Wanderers que tenía toda la mística que tiene el equipo del puerto.

Sausalito estaba llenísimo, había gente hasta sentada al lado de la banca de las reservas, por parlantes se informaba que no cabía más gente. Debe constar en las actas del estadio que la vez donde más se llenó ese complejo, fue gracias a mi equipo de toda la vida. Todo el estadio era verde,  de palo a palo, solo la franja entre marquesina y la galería del cerro se encontraban los hinchas del Aconcagua. Personalmente, pase varios malos ratos gracias al equipo que nos enfrentábamos; para ir al interior se iba en micro, donde para entrar al estadio había que pasar por una pasarela donde los simpatizantes contrarios nos llenaban a piedrazos.

La espera ya era demasiada igual que el calor. San Felipe continuaba agonizando, luego de ser el elegido para disputar la liguilla al terminar en los últimos lugares de Primera División, mientras Wanderers pese al esfuerzo sobrehumano, no podía disfrutar del ascenso.

Pese a que muchos recuerdan a Amatti de ese campeonato, yo recuerdo de mejor manera al Flaco Pérez, al Mantequilla Ramírez y al Chepo Sepúlveda. El Flaco era extraordinario, un fuera de clase, como corría y metía.

Habíamos empatado en el tiempo reglamentario, solo recuerdo como puteaba al que hizo el hoyo en la barrera en el gol del Uni-Uni, pensé que por segundos que lo perdíamos pero ese equipo de Valparaíso tenía más garra que cualquiera que haya disputado esa liguilla.

Empieza el alargue y un jugador del contrario es expulsado, alegría en todo el estadio que apoyaba ahora con más ganas.

Al parecer eso contagió a los jugadores, porque el vendaval que se vino después fue una demostración de lo que es Wanderers. Recuerdo el gol del Flaco, el del rebote luego de una jugada por la izquierda que hizo estallar a todo Sausalito. El 7 esa tarde sabía que era su tarde.

Desbordado San Felipe, casi resignado permitió al Flaco, Pourrier y a Latín lucirse jugando a placer. Latín se comió la banda derecha, iba y volvía, en el tercero la cede atrás y es el Mantequilla quien firma el ascenso.

Nos abrazamos todos, era una tremenda alegría, estábamos en Primera nuevamente. Cantábamos y agitábamos banderas mientras nos abrazábamos entre los otros wanderinos, era tal, que el cuarto gol no me acuerdo de él, al otro día en la crónica del diario me di cuenta que hubo un gol más.

El pitazo final fue un trámite, la celebración ya estaba desatada, ni el Sol ni el cuadro albirojo pudo con los verdes. Encendimos la camioneta, la celebración se trasladó a Valparaíso.

Video cortesía @HeroesdelFutbol